viernes, 11 de mayo de 2012

Naturaleza, la ultima frontera

Recuerdo cuando acá mismo salíamos con mis hermanos a disparar. Nunca fui un buen tirador, mi mano temblaba en el ultimo momento, no sabiendo como aguantar el culatazo, y el disparo jamás iba donde había sido planeado. Es irónico que yo sea el único de mis hermanos que siga vivo, ellos pudiendo defenderse tanto mejor. Corto la maleza y los arbustos que han reclamado el gran patio a través de los años que no hemos estado aquí. Siempre fue esta mi lucha, la de destruir las plantas hasta un momento manejable. Ya fuere con el machete o la orilladora o el serrucho, ayudando a la mamá y al papá cuando todo estaba bien, se me daba bien ese destruir hasta que todo fuera manejable. Podar. Es interesante como ir destruyendo una jungla, creando un cesped puede ser tan absorbente, algo que te hace dejar de pensar. Podo y entiendo perfectamente a los que cargando las motosierras del amazonas, sabiendo que era imposible cortarlo sin que volviera a crecer de nuevo, a veces no pensando en nada y a veces contentos de tener la oportunidad de conocer el amazonas. Podo sin pensar en cuantos dias de raciones me quedan, ni si servirá de algo el huerto que planéao, ni pienso en las razones de como el mundo se fue a la mierda. El motor de mi maquina responde a mi gatillo y un olor que me hace pensar en pistas de gokart y cuadrimotos me acompaña en esta destrucción.

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