viernes, 16 de noviembre de 2012

El barquito

Encontré papel celofan en una casa del piso 13.
Bajar las escaleras fue una experiencia extraña. no son las escaleras típicas que bajan en zigzag. Bajan en cuadrado, con un pilar al centro. Sospechar el humo a cada vuelta. Bajar las escaleras lento nunca ha sido mi estilo, pero estaba forzado. Al llegar al 13 lo vi, a la luz de mi linterna, o más bien mi linterna dejaba de iluminar el aire a media escalera.
Tengo comida para un tiempo más, pero el papel celofán me dio una posibilidad interesante.
Desde hace un tiempo me preguntaba como llegar a los otros edificios. Es mi unica posibilidad de sobrevivir. Los helicópteros no han vuelto y la posibilidad de tender cuerdas de un lado a otro es imposible. La idea me vino dias después. Un barquito de papel. Liviano, quizás pueda flotar en este vapor más denso que el aire.
Me sentía como un nuevo leonardo davinci. El barco de papel se sostenía. No tengo tanto celofán como para hacer uno para mi. Esto tendra que ser solo un modelo. Necesito un peso para ver que tanto resiste la forma. ¿Quizas Viracocha?

Esta si es una adivinanza

Que deja pelos por todas partes y te pide más cariño del que quieres dar?

Al tiro piensas "un adulto joven". No. Viracocha y Pachamama.
Que es gris y negro y no puede tener más de dos semanas?

no se, que?

Estoy tratando de cachar que hay en el lavaplatos, no era una adivinanza.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Antes del humo, yo era un cuidador de vidas.


Esa manera de empezar hace parecer como si hubiera pasado mucho tiempo desde el humo. Un par de semanas. Eso ha sido.
Un par de semanas sin luz, sin internet, sin conexión a otra cosa viva aparte de Pachamama y viracocha.
Hay gas, hay agua, hay comida, no muy variada, nada variada y poca ahora. No durará dos largas semanas más. Tengo que ver el departamento de al lado. Pero luego que? Bajar un piso. Y luego que? Morir.
El Wi-fi está muerto. Tengo algo de electricidad, hay un pequeño generador de manivela que me ha permitido cargar mi lector, mi celular sin señal, mi computador. Doy gracias a la cultura de acumulación informática en la que vivo. Puedo estar entretenido por semanas con las series que tengo, si las raciono bien. Puedo estar entretenido años con los libros que tengo. Y Mirta tenía una biblioteca.
Mirta vivía en esta casa. La conocí el día antes de que se fuera a Asia pacífico sudeste. No recuerdo si era así como se escribía. Me dejó encargada de su casa, que no es gran problema y de Viracocha y Pachamama.
Un par de días después vino el humo. Como a las 13:30, La hora en que más gente debe estar en sus trabajos o a nivel del suelo. En aviones, algunos como dusters tiraban el humo negro y pesado, otros tiraban canisters. Lo vi un par de segundos. Luego me escondí en el baño con un poco de comida y di el agua antes de que se cortara. No se cortó pero la encendí con la sensación de “antes de que se corte”.
Y esperé.
La luz se cortó después de un rato. Abrí el agua de la llave que siguó funcionando y tiré la cadena. Era lindo como caía el humo. No era como humo quemado. Era como tinta negra en el agua, como una tela, algo que cae un poco planeando. Hubo muchos sonidos de choques durante unos minutos. Y luego nada. Santiago silencioso.
Viracocha y Pachamama son raros. Yo había cuidado un par de animales antes, nunca con mucho entusiasmo. Cuidar un par de dioses es algo distinto. Distantes y demandantes en un sentido extraño. No van a rogarte que los adores pero lo necesitan y no saben disimularlo. O al menos así era al principio. Ahora solo Pachamama me rehúye. A veces viene y la adoro, pero pronto se va. Viracocha me necesita, y me exige amor. No me gusta, pero este es su territorio. Y estoy vivo aún gracias a estar encargado de ellos.
Por supuesto no todos estaban en sus trabajos. Algunos debieron estar en sus autos, en los metros en las micros, caminando, comprando, en restaurantes, colegios, universidades, jardines, guarderías, ferreterías, parques. No importó donde. Bajo el piso 12, estás muerto. O eso supongo. Este silencio se siente sepulcral.
Los días de más calor el humo sube un par de pisos, como en oleadas y tentáculos, una marea de tinta livianísima. Supongo que entrará por las rendijas de los departamentos. Supongo que si es que alguien vivía ahí estaría muerto ahora. Quizás es momento de saquear esos departamentos. El 13 y el 14 con seguridad. Quizás me atrasé y ya es muy tarde, pero no hay peor faena que la que no se hace. Pero hoy es un día de calor. En un par de horas más iré al piso 13. Silenciosamente. Si hay más gente, no debe querer competencia. Y no tengo armas.
Me pregunto cómo estarán en otras ciudades. Me urge conseguirme una radio. ¿Estamos siendo ocupados? ¿Fue esta una operación de golpe y retirada?
Días después del bombardeo, vino un grupo de helicópteros.  Gente en otros edificios salió a hacerles señas y les dispararon. No he visto más gente a pesar de que no he escuchado más helicópteros. Yo tampoco voy mucho al balcón. Uso poca ropa y cuando me he dado el lujo de lavar, puedo secar adentro sin problemas. La temperatura es alta.
Leo. Mis días son los de un tipo de la dimensión desconocida al que le gustaba más o menos leer y era feliz en el mundo y se le concedió el deseo de otro de poder leer todo lo que quisiera sin interrupciones de nadie. Hasta que se le acabe la comida.
A veces veo el mar de humo abajo. Se siente como si en un mar negro se levantaran edificios pequeños. A lo lejos el gran costanera center. Ahora si que no lo terminarán de construir nunca. Es una lección para todos los que quedamos. Si logramos darle un sentido. Si logramos volver a una manera de vivir que aprecie las analogías. Si podemos vivir más que un mes más.
Sería bueno tener un par de binoculares. Ver si pillo gente en los edificios del lado. Habrá semillas en este edificio? Soy el último piso, la azotea es mía. No realmente, pero puedo tratar de que sembremos las semillas que haya. ¿Si uno siembra porotos de bolsa germinan? ¿Cuantos porotos da una semilla de porotos? ¿En qué momento se siembran? ¿Podemos aprender todavía? Buscaré si entre mis libros hay algo.
Hay algo bueno dentro de toda esta muerte. No sé si los autos de verdad eran el problema o las industrias contaminantes en la cuenca de Santiago murieron también y el calor se ha llevado el smog. Sea por lo que sea, sin smog, sin electricidad en la ciudad, la cantidad de estrellas visibles es imposible de describir. Así que no lo haré. Muchas.
Mi balcón da hacia abajo. Me gustaría saber en equivalencia a pisos, cuantos más arriba están las comunas caras. ¿Qué habrá pasado con ellas? ¿Estarán las nanas atrapadas, todavía cuidando hijos  que no son suyos, todavía la señora en el gimnasio, el señor en la oficina? Así me lo imagino, pero quizás no son doce pisos.
Dormiré un rato. Ayer Viracocha y Pachamama o uno de los dos rascó mi puerta como loco y apenas pude dormir.  En una hora más baja la marea, y veré si hay algo para mi abajo.