lunes, 27 de febrero de 2012

Y de un momento a otro

Esta mierda me dice que no sigo ni un blog.
Quizas nunca seguí ni un blog y solo imaginaba los relatos de los otros, sus aventuras pequeñas todas tan parecidas a las de los demás y a las mias.

Quizas solo tiene que ver con el cambio de privacidad de google, las cosas yendose a la mierda, nuestra información siendo de todas las empresas.

Vuelvo. Un poco enojado, como siempre, un poco envidioso como desde hace un rato. Pero bien, haciendo que el enojo y la envidia sean weás que me llevan a hacer cosas para ya no tener envidia, para ser lo que antes envidiaba y ser capaz de borrar lo que me daba rabia.

Y si bien me duele la guata cuando pienso en la pintora, me duele la guata cuando pienso en otras también. Y pronto vendrá un tiempo cuando me recupere, y mi mamonería vuelva a su estado basal, y ya no haya una indicación física de lo harto que me gusta una mujer. Al menos no al inicio, quizas siempre pase al final.

Y quizas me retes de nuevo por lo emo, pero te estoy diciendo que estoy feliz. Hago pan de varios tipos, veo como otros hacen galletas, compro fruta, y mi refrigerador vuelve a ser un poco variado, ya no tengo solo lo suficiente para la próxima comida. Trasnocho como un loco leyendo y jugando, y me divierto.

Y estoy tranquilo y aunque no quiero morir, porque hay tanto que leer y tantas cosas que probar, puedo quedarme en la cama un rato sin hacer nada. Puedo sentarme al lado de mis amigos y no hablar. Sabiendo que las cosas estan bien. Que estamos bien y mejor que nunca, que hemos resuelto caleta de nuestros conflictos internos, aunque queden infinitos.

Porque quizas los procesos internos sean como las necesidades comerciales. Uno compra todo para satisfacer todos los deseos. Y te das cuenta que no tienes ese descarozador de cerezas, que haría que todo estuviera perfecto.

Y así las pequeñas cosas se vuelven problemas. Pero uno se da cuenta que no importa. Y cuando el problema es que las cosas me gustan tanto que no voy a vivir suficiente, me conformo dandome cuenta que quiero que las cosas estén así para siempre. Que ya llegué donde quiero estar y que aunque las cosas puedan mejorarse, no es necesario, y está todo bien.

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