lunes, 16 de agosto de 2010

Dos o tres impresiones.

cruzo la reja y llego a la puerta del edificio que el mierda del conserje se demora en abrir. Lo miro con un una cara que muy probablemente no puede expresar la rabia pequeña y el desprecio enorme que siento por todos los que estando más abajo de uno en la escala del ser aprovechan un momento de poder mínimo para ser desagradables y hacerse notar. Subo, seguro de que, quizás, comenta con su confidente de subterráneas aventuras como yo me miraré en el espejo e inspeccionaré mi barba o mis dentes que es lo que casi siempre hago cuando subo solo. Esta vez no le daré una oportunidad para burlarse y miro hacia la puerta. Subo y para no tener cara de nada, pienso en números, en el piso que debería ir. 14, 15, 16, deberíamos estar en el 16. Siento un cambio en mi peso, y lentamente, muy gradualmente me despego del suelo del ascensor. Me doy cuenta de que caigo, que esto es una broma de ese tipo.

Me intriga un poco como la miseria y la belleza de las cosas le llega a todo el mundo a cada instante. Todos lo sienten aunque algunos lo olviden de inmediato o le quiten el merito a estos sucesos y los integren en la narrativa de sus vidas normales y continuas. No. Lo que me intriga es como esta miseria y esta belleza al ser contado puede encantar a unos y alejar a otros, como contado de una forma un cuento puede ser grandioso para uno y aburrido para otro o grandioso o aburrido y punto. Como es que con variaciones pequeñas se logra que a alguien le guste algo o que algo sea bueno es algo que me sorprende.
No se. Estamos dispuestos a escuchar ciertas maneras de decir las cosas, algunas expresiones nos resultan bellas mientras otras solo estúpidamente cursis, sin que haya una diferencia que se pueda apuntar como a la niña que te tiraba los suspensores en tu foto de primero básico.

Sebastián pololeó con la Ere, quien en un arranque de diseño práctico decidió hacer Los Cubos. Aunque son solo cuatro tablas de madera, cuatro caras de madera, que hacen un cubo incompleto; aunque solo son una herramienta simple y tu dirás "a, eso yo también lo podría inventar, de hecho acabo de mejorarlo", son Los Cubos.

Sebastián se cambió de casa. Y si bien la Ere no seguía con el, Ellos si. Y los usó por un tiempo pensando en que eran muy útiles. Como mesa para dejar la cerveza o poner los pies cuando se veía la televisión, como cajones, apilados unos arriba de otros. Como silla o centro de comedor al almuerzo, como arco de fútbol a través del que pasar las pelotas hechas de almohada. Como aro para encestar la pelota hecha de almohada. Como una escalera para taladrar el techo y poner el proyector.

Los seis Cubos no eran suficientes para todo lo que se podía hacer. Eran librero y disquera y mesa y lugar para guardar la ropa sucia, así que decidió construir más. Y a un sillón modular, luego se transformaría en una cama con solo empujar un poco y poner una esterilla guardada en una serie de 3 apilados cuyas caras invisibles daban hacia arriba y hacia abajo. Adentro tendrían cojines, el control remoto, los documentos necesarios para salir mañana en la mañana.

Las cosas en el pequeño departamento fueron mejorando gracias a la eficiencia que Los Cubos proporcionaban. Una tarde libre podía converirse en una tarde de baile, haciendo de todos los muebles un departamento vacío con piso de madera por el cual moverse, el proyector iluminando con videos musicales y todo aislado de los vecinos; o bien en una tarde de cine o de teatro, organizando graderías o butacas.

La lógica dio el paso siguiente casi sin que su cerebro tuviera nada que ver en el asunto. El departamento consistía ahora en cuatro niveles de largos túneles , las paredes girando para descubrir la despensa o el baño o la cama o la colección de discos de Elvis. Los invitados se extrañaban al principio, pero luego elogiaban la cantidad de espacios que se habían ganado, la elegancia y el minimalismo del estudio, lo completo de la sala de juegos y lo beneficioso de tener que hacer un esfuerzo al moverse sin dejar de estar recostado y teniendo la posibilidad de descansar a cada instante y en cualquier lugar.

Un espacio más utilizable fue un buen sucedáneo a un gran espacio. Hasta que Sebastián quiso un gran espacio. Se dio cuenta cuando comenzó a pensar demasiado en una terraza. Y Los Cubos hicieron esa terraza. Los cuadrados de madera encolados y atornillados se fueron moviendo cada vez más hacia afuera, y unos seis metros de terraza fueron ganados. Muchos ángulos antes tapados por el edificio eran ahora descubiertos y Sebastián pensó que no podía ser ahí donde todo terminara. Miró con ojos de conquistador todo ese aire que nadie nunca ocupaba.

3 comentarios:

  1. Hay cosas que me gustan mucho, pero hay partes en las que me perdi un poco tambien. No has dejado de ser el Lute inventor de siempre. Me encanta eso.
    No he revisado si hay, pero me gustaria leer más de los rinocerontes.

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  2. ¡LOS RINOCERONTES! Creo que es mi culpa que eso no progrese. Lo siento, mundo D:

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  3. oh, qué buena haber pasado por aquí. Y el proyectoooor... yo quiero uno! y hacer eso mismo mismo. Tenía serios planes de entrar a robar a la casa del Seba, apenas me conoce y seguramente no recuerda que yo fui y sé las cosas que tiene, y dónde las tiene. Pero se cambió, por la chucha.

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