martes, 5 de febrero de 2013

El último viaje

Me despierto en un saco de dormir, desorientado. Estoy en una carpa pequeña, sin nada muy claro, con una tenue sensación de dejavú. Un saco vacío a mi derecha me dice que mi compañero ya se levantó. Mi hijo ya está afuera. Estoy viajando con mi hijo.

Mientras cocinamos el desayuno y mis huesos adoloridos se desentumecen miro el paisaje. Estamos en un cerro, a unos 200 metros de una carretera. Se puede ver a lo lejos una montaña alta que no me parece la cordillera de los Andes chilena.

Donde estamos, le pregunto.
-The snowies.
Australia? Mi hijo asiente y sonríe con dientes. Te pasaste, le digo y siento mi sonrisa tensa por la alegría y la sorpresa. Quizás cuantas veces te he agradecido ya. Mi hijo sonríe más, y supongo que nuestras sonrisas son un poco un espejo,aunque no se que tan viejo me veré. No se cuanto tiempo ha pasado. Me falta una muela, pero no se desde cuando.

Caminamos, y el paisaje me asombra. Temo ser tedioso para mi hijo, no me atrevo a hablarle de cosas que quizás le he mencionado una y otra vez. Quieres iniciar un tema?
-Una de las cosas que te hacen un buen compañero de viaje es que no hablas demasiado. ¿Que conversación puede competir con esta vista? Es cierto que no es lo mismo, que las cosas se pueden hacer al mismo tiempo, pero me gusta que en general hables para decir tus impresiones y no para rellenar un silencio que está bien.
Mi hijo sabe como animarme. Quizás cuantas veces me ha pillado de este ánimo.

Cuando en la noche entramos en la carpa le pregunto si tenemos algún humorista.
-Tendrías que escucharlo con audífonos. Yo ya me se las rutinas de memoria.
Y si me cuentas tu una rutina? Mi hijo se ríe un poco. ¿Es una idea nueva para el? ¿Se ríe de que siempre sea lo mismo?
-Ya, me dice.
No recuerdo la rutina completa, pero algunas referencias a hoteles en Australia me hacen creer que es Danny Bhoy. Todos los remates me hacen reír.

Me gusta saber que estamos viendo cosas nuevas, aunque no recuerde todas las maravillas que he visto, le digo. Podríamos estar siempre aquí y yo no me daría cuenta, siempre sorprendido, siempre viendo el paisaje nuevo.
-Pero yo me aburriría.
Eso es lo que yo pensaba decirle. Posibilidades que veo como nuevas emergen, pero no puedo estar seguro.  Le digo que si el se enamorara de un lugar podría quedarse, y sería nuevo para mi y yo pensaría que seguimos viajando. Mi hijo se ríe.
-Eres muy desconfiado. La verdad es que podría. Pero uno puede volver solo donde ya ha ido, y me faltan muchos lugares por ver. Y a ti también.

Me dan ganas de preguntarle que lugares hemos visto, pero desecho la idea sin saber claramente por que. Estoy cansado y la carpa ya está caliente. Me dormiré y mañana despertaré en un lugar nuevo.


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