miércoles, 9 de enero de 2013

Resonancias

Puedo olerte cuando me lees.
Es así como se que sigues viva, es por eso que me veo forzado a recordarte aún en los momentos más extraños. Es tu olor que me interrumpe al subirme a un auto, en el dentista, tapando los olores de otras mujeres por momentos.

El otro dia vi el cobertor de la cama que teníamos para las visitas y que planeabamos que finalmente fuera para nuestro primer hijo. ¿Quisimos una hija en algún momento? Solo me acuerdo hablando de un niño.

El cobertor estaba en la calle. Un mendigo dormía debajo de el. Se que es el de nuestro hijo, porque está cerca de donde teníamos la casa y porque nadie más que nosotros hubiera botado un cobertor así de caro. Debe ser un tesoro para ese vagabundo, no se si era un mendigo. Es injusto pensar en ellos como mendigos siempre.

Estuve tentado de decirle que ese cobertor había sido mio o de acercarme a el. Hablarle. Leerle un cuento y hacerle cariño en el pelo.

Entro a la casa de campo de un extraño, un sitio bordeado de eucaliptos. Tu olor me llega, y tengo que sentarme un tiempo hasta que dejas de leerme, antes de poder seguir haciendo lo que vine a hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario