Nunca dejó realmente de ser un adicto al tabaco. Solo rechazaba la oferta cada vez que la oportunidad se presentaba. Y las razones para no se iban debilitando a medida que el año avanzaba, porque aunque ya no había exámenes, fin de año y cumpleaños y navidades siempre traen algo de angustia o por lo menos ansiedad. Y claro, finalmente se dejaba caer, cuando todo lo que tensaba se desaparece, pero en ese momento cae fumando.
Le costaba cada vez que una chica bonita fumaba, o cuando tomaba, momento en que su voluntad de plasticina se derretía por completo.
Se convenció que fumar solo dos meses al año no podía ser tan malo. Evidentemente no tan malo como fumar todo el año. Quizas, ni un poco malo.
Comienza a tener un sueño crónico, que le recuerda a flip. Se ve durmiendo siestas, levantandose y acostandose a las 12, adormecido el resto del tiempo. Y lo odia con todas sus fuerzas. No le teme a la muerte por que es como dormir, ok. Pero en reversa odia dormir porque es entregarse a una muerte cotidiana y estúpida.
Por eso compra una latita de café que lleva en su bolsito, junto con un libro y una libreta. Para seguir viviendo, aunque quizas la edad lo quiera alcanzar.
Aunque tenga que ir acostumbrándose.
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