Cuando era chico, seis o 7, con mi prima valen lanzamos cohetes al cielo. Era año nuevo, y algunos cohetes no funcionaron. Se chingó, decían la valen y su papá Eithel, una palabra que nunca he sabido usar bien ni si se usa en chile.
Los niños de afuera usan viejas y perseguidores y guatapiques y otros cuyos nombres no aprendí, porque mis papás, temerosos, no me dejan jugar con fuego, artificial o no. Pero cohetes podemos, si nos supervisa un adulto. Los ponemos en una botella y Eithel los enciende.
Ese dia, por unica vez en mi vida uso estrellitas de verdad. Las que antes había usado, no se por que eran consideradas más seguras, eran una mecha de polvora rodeada de cartón. Pero hoy es una vara de metal, con una estrella en la punta, y entiendo que el nombre más allá de las chispas. Se pone fuego a la estrella y las chispas salen, más bonitas que en las otras versiones pencas.
Las chispas se acabn y aunque no hay cambio en la estrella, no se vuelve a encender cuando se le pone más fuego.
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