Días donde nada funciona.
El mouse se conecta y desconecta, los audífonos que encontraba tan resistentes y me sorprendía que no se hubieran roto se rompen.
La gente llega, de improviso para mí, a mi casa antes de que me termine de rapar (proceso que esta vez me demora 3 días) y carretéo a pies pelados y con un pelo que parece sarnoso con gente que conozco y gente que no conozco. Me siento liberado y ridículo a la vez.
Días en que hay más ganas de distraerme, menos ganas de hacer mucho rato la misma cosa.
Son días de evasión, y uno no puede evadir nada haciendo el mismo movimiento todo el rato. Lo que te busca se adapta y te pilla. Entiende el patrón y se mete en el, te agarra en tu evasión y tienes que tratar de hacer otra cosa o te pilla de nuevo y haces 6 cosas diferentes y te empieza a pillar más rápido.
Es un poco como un juego, como una carrera. Somos compañeros con este tedio, y yo me escondo y el me pilla. Todavía no te toca a ti, le digo.
Dejame esconderme de nuevo.
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